Los ciudadanos suizos acuden a las urnas más a menudo que en cualquier otro país del mundo. Este uso intensivo de los privilegios democráticos se explica principalmente gracias a la existencia de dos derechos inéditos : el referéndum popular y la iniciativa popular.
En la mayoría de las democracias, los ciudadanos votan poco, al fin y al cabo. Suelen hacerlo en periodo de elecciones, ya sea presidenciales, legislativas o votaciones más locales. Pero es mucho más raro que sean convocados a expresarse directamente sobre grandes temas de interés nacional.
Por ejemplo, en Francia el pueblo no se ha pronunciado en referéndum desde la ratificación del Tratado que establecía una Constitución europea, en mayo de 2005.
En Suiza la situación es muy distinta. Los ciudadanos acuden a las urnas una vez cada cuatro años para elegir a sus representantes en el Parlamento nacional. Pero estas elecciones federales no constituyen más que una pequeña parte de sus obligaciones cívicas.
De hecho, en Suiza se organizan votaciones tres o cuatro veces por año. La cantidad de proposiciones sometidas al criterio popular cada domingo de votación puede variar. Si el tema tiene una real importancia, puede estar solo en el programa. Aunque lo más usual es que los ciudadanos deban pronunciarse sobre tres o cuatro temas al mismo tiempo. O incluso más.
Con el paso del tiempo, el pueblo suizo se ha expresado sobre una cantidad impresionante de temas. Es así que al consultar el repertorio cronológico de las votaciones federales, podemos comprobar que los suizos se han pronunciado acerca de la friolera de 562 temas desde la creación del Estado federal, en 1848. Un auténtico récord mundial.
Y cabe aclarar que esta contabilidad se refiere sólo a las cuestiones federales, dado que los ciudadanos votan también cuestiones cantonales y comunales (locales).
Si los suizos se acercan tan a menudo a las urnas, es debido a un sistema político muy peculiar.
Para empezar, todas y cada una de las modificaciones de la Constitución deben ser aprobadas por la mayoría del pueblo y los cantones. Y la Carta Magna suiza contiene numerosos elementos susceptibles de ser modificados regularmente, como por ejemplo la adhesión a estructuras supranacionales, que debe recibir este doble aval.
Pero lo que explica la frecuencia de los escrutinios es la existencia de dos derechos inéditos: el referéndum popular y la iniciativa popular. El primero permite a 50.000 ciudadanos pedir que una ley adoptada por el Parlamento sea sometida a una votación nacional. Por su parte, la iniciativa popular permite a 100.000 ciudadanos presentar un proyecto que, de ser aprobado en las urnas, pasa a integrarse en la Constitución.
Este recurso al voto popular es utilizado por corrientes políticas o sociales que carecen de una mayoría parlamentaria. Se trata sobre todo de la izquierda, en cuestiones socioeconómicas, y de la derecha conservadora, en temas relacionados a la identidad nacional y la población extranjera en Suiza.
En general, los suizos se muestran muy orgullosos de su sistema de democracia directa. A pesar de ello, a veces se alzan voces críticas. La más frecuente se refiere a la cantidad y, sobre todo, a la complejidad de los escrutinios.
Otra crítica, aún más grave, consiste en preguntarse si realmente es conveniente que el pueblo sea consultado por todo, puesto que el ciudadano de a pie puede sucumbir más fácilmente a la pasión que un parlamentario a razonamientos viscerales. Y el reciente voto sobre los minaretes ha puesto una vez más sobre la mesa esta espinosa cuestión.
Frente a estas críticas, los politólogos destacan las ventajas de los derechos populares. El referéndum es visto como un medio de promoción de la política de concordancia entre los diferentes partidos; algo muy característico del sistema político suizo.
Dada la ‘amenaza’ constante de un referéndum, tanto el Gobierno como el Parlamento se ven obligados a obtener el apoyo más amplio posible para lograr la aprobación de una ley. Pero si el descontento supera los límites de un grupo determinado (por ejemplo, la izquierda) entonces las posibilidades de que el pueblo rechace un proyecto son muy altas.
En cuanto a la iniciativa popular, tiene la ventaja de permitir lanzar debates de fondo sobre cuestiones que difícilmente serían abordadas en el Parlamento. Es así que, por ejemplo, hace ya veinte años, los suizos tuvieron la ocasión de debatir y pronunciarse sobre una eventual supresión del Ejército.
Olivier Pauchard, swissinfo.ch
(Traducción: Rodrigo Carrizo Couto)
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