En 1934, Suiza estableció la Ley Bancaria suiza, que clasificaba como delito la divulgación de información sobre los clientes. En tiempos de incertidumbre política, el país siempre ha sido una opción popular para depositar activos financieros. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, personas de todos los bandos, desde los perseguidos hasta los saqueadores, protegieron sus fondos en bancos suizos. Oro, obras de arte y otros bienes de valor fueron y siguen siendo almacenados en búnkeres subterráneos en los Alpes. A lo largo de los años, la discreción también ha atraído a personas que buscaban ocultar su riqueza; desde empresarios y traficantes de drogas evadiendo impuestos, hasta dictadores africanos.
La presión internacional hizo que Suiza se adhiriera al Intercambio Automático de Información de la OCDE, de modo que las autoridades de los países de origen pueden ahora solicitar información fiscal de personas con cuenta bancaria suiza. Sin embargo, los bancos suizos siguen siendo considerados muy seguros y discretos, y el país ocupa constantemente el primer lugar en el Índice de Secreto Financiero .
Cuentas numeradas
Suiza es famosa por la cuenta bancaria numerada que sustituye la identidad del titular por un número de varios dígitos. De forma jurídica y fiscal, una cuenta así es equivalente a una cuenta normal, ya que el proceso de identificación debe completarse de la misma manera. La única diferencia es que el nombre del cliente no aparece en los extractos y recibos y sólo lo conocen unos pocos empleados.